¡Ay, qué penita me dan estas criaturitas de nadie
Abandonadas en hoteles
O en casas de vientres de alquiler.
Atiende, Constancia
Atiende, Lucía
Que estos niños y niñas esperan
Unos padres
Que biológicamente nunca serán
Porque no han sido.
Constancia lloraba
Lucía gemía
Porque los calostros de sus esposos
O de sus ovarios 1x2x3
Son sólo barata casquería.
Pobres hijitas e hijitos
Que no encuentran a sus padres
En las noches frías
De sus cunitas
En Ucrania, Canadá y Kenia
Y otras muchas naciones más.
Llora, Constancia; llora, Lucía
Porque lo peor de todo
No es que no vengan sus padres subrogados
Sino que venga el moro del petróleo
Y las haga sus concubinas
Metiéndoles en mazmorras
Atadas sus muñequitas
Con cadenas hechas de chatarra
Y herrumbre fría.
Mientras los bebés lloran
El moro canta sobándose la polla.
-Madre mía y ¡ay¡ qué pena
Y ¡ay¡ qué pena que me dan.